miércoles, 13 de mayo de 2015

Ríos en la estepa patagónica



Como tajos sobre una panza tensa, titubeantes, indecisas,
esquivos, meandrosos, turbulentos,
buscando con dificultad su confluencia con las restantes aguas del universo,
corren los ríos de mi tierra hacia el oriente.

El corte en la plana estepa es profundo,
provocado por miles de años de deshielos y de lluvias furiosas
que arrastran la arcilla y desmoronan las altas paredes de piedra.

Cubren  los fondos de los valles con el limo
que traen sus aguas turbulentas desde las altas montañas del oeste;
donde entregan su tierra oscura, luego que desde hace cientos y cientos de años,  
se maceran los restos de los coihues, de los ñires y las flores de amancay.

Meandros silenciosos que brillan alternativamente al sol,
aguas de plata escondidas tras los sauces,
que lloran y lloran a su paso,
porque nunca las volverán a ver.

Islas que se forman en los estíos,
para desaparecer bajo las aguas turbulentas
de los deshielos primaverales siguientes.

Banquinas verdes donde anida el caiquén,
descanso  de las garzas y de los cisnes de largo cuello negro,
nidos del pato y del macá tobiano
en los verdes juncales apretados de las orillas.

Salta una trucha tras el vuelo rasante de un moscardón
y sobre el ruido de su caída, se mezcla el canto de la calandria,
que desde la orilla quiere romper el silencio
del agua que eternamente pasa.


Cipolletti, Mayo 2015
pdobree@neunet.com.ar