Al Rey Cóndor
siempre le habían tocado cuestiones raras e intrincadas; circunstancias en
donde le resultaba difícil dar una respuesta que lo dejara relativamente bien
parado, como corresponde a un Rey. Pero siempre, de una manera u otra, había
logrado salir del atolladero más o menos satisfactoriamente.
Pero esta vez no
recordaba antecedentes que pudieran superar su actual estado de confusión, de
extrañeza y hasta de malestar estomacal.
Era uno de esos momentos en que hasta pensaba si realmente valía la pena
ser Rey. Para que tanto poder… para que tanto boato y remilgos por parte de
quienes lo rodeaban, si luego le venían
a plantear algo que él no podía resolver.
Pues resulta que
algunos animales, muchos en realidad, llegaron hasta la corte para hacer – para colmo justamente en el Día
del Animal – un planteo que de alguna manera podría llamarse gremial.
Había, ahora se
enteraba, animales que se quejaban de la existencia, en el hablar de los
humanos, de refranes que mencionaban a algunas especies pero no a la propia, o
cuando lo hacían, era en forma descalificadora.
El cóndor estaba
posado sobre una roca gigantesca que a su vez estaba ubicada al borde de un
pequeño valle. En el fondo del valle estaban ubicados con cierta comodidad, los
súbditos; es decir, el resto de los animales. Tanto la roca como el vallecito,
estaban en la zona de mayor altura de la Meseta de Somuncura, una extensión de
basalto y pasto coirón, que está en el sureste de la provincia de Río Negro y en
el norte del Chubut.
“Por ejemplo perro que ladra, no muerde”, claramente se refiere a los perros y
no a nosotras”, dijo una lagartija verde, paradita sobre una piedra grande.
“El pez por la
boca muere es un poco lúgubre”,
chilló un murciélago, “pero al menos
menciona a los peces”.
“Tan feo como el
pez grande se come al chico”,
dijo irritada una mojarra desnuda desde un pequeño arroyo que bajaba por el
vallecito, para luego desaguar en el río Valcheta.
“Hasta las moscas tienen lo suyo”, dijo el abejorro, “pues en boca cerrada, no entran
moscas”.
“Y en ese mundo capitalista, A los caballos regalados, no se le miran los dientes”, gritó desde el fondo, un guanaco viejo y mañero.
“No creo que se refieran a nosotras - dijo con tono muy irónico la serpiente verde - “cuando se recomienda no buscarle la quinta pata al gato o que gatos con guantes no cazan ratones, siendo este último refrán de
doble significancia en términos tangueriles, si Ud. me lo permite Sr. Rey. Pues
allí están los gatos maulas y también los míseros ratones; aunque, admito, bien
nos gusta comer a estos últimos”.
“Y
tampoco se alude a Uds., pienso yo al menos, mi querida amiga”, dijo
la oveja “cuando se dice que más vale pájaro en mano, que cien volando”.
Y mirando socarronamente por encima de su hombro, le terminó diciendo “…si Uds. no tienen ni manos”.
Una garza blanca
desde la rama de un sauce llorón, miraba impávida la polémica entre la oveja y
la serpiente.
Pero dicho esto la
oveja se turbó, pues notó que había mencionado a los pájaros y el Cóndor era un
pájaro. Pero pareciera que el Rey no se había dado cuenta, y no reaccionó ante
el comentario. La garza si lo percibió y aunque le resultaba difícil sonreír,
intentó hacerlo.
“Que no te den gato
por liebre” dijo el zorrino,
desde un punto lejano del faldeo, porque nadie quería estar cerca de él. Y
desde el otro extremo una araña grande y gris gritó “… aquí nadie es el pato de la
boda y no tiene por qué, menos que menos, ser un chivo expiatorio”.
A esta altura de la
reunión, hubo varios animales que hablaban excitadísimos a la vez, cosa que
sabía estar absolutamente prohibido en las audiencias del Rey.
El Soberano de los
grandes cielos estaba entrando en un estado de gran confusión y nerviosismo.
“Para colmo”, objetó con voz gruesa el puma,
que por su ferocidad siempre tuvo una posición de privilegio en la corte, “el chancho tiene varias menciones. Pues
además de decirse que a cada chancho le
llega su San Martín, también se lo sobresee al decir que “la culpa no es del chancho, sino de quien
le da de comer”. Me parece y con todo respeto por vuestra investidura
Señor Rey – continuó – que esto es un
poco excesivo”.
“Las vacas también tienen lo suyo, porque se dice que vaca que cambia de querencia, se atrasa en la
parición” dijo un joven zorro
colorado, que siempre se creía muy listo. “Además,
para seguir con los parientes de la señora – continuó – siempre hay un buey corneta o alguien que sea
torazo en rodeo ajeno. Y más aún, todos coinciden con que el buey lerdo bebe el agua turbia.
Aprovechando la
confusión y que ya nadie escuchaba lo que decían los demás, sino mas bien solo
su propia voz, un hurón, viejo concejero del Rey, le habló a la oreja; “son todos una manga de envidiosos y cada
uno debería estar satisfecho con el lugar que les tocó. Ya lo ha dicho el Viejo
Vizcacha en el Martín Fierro y tu deberías aplicar esta máxima: cada lechón en su teta, es la forma de
mamar”.
“Tienes razón otra vez mi querido hurón, salvador de
mil momentos de dudas y vacilaciones” graznó
el Rey, moviendo lentamente la cabeza de lado a lado, pero con una fría y cruel
luz en sus ojos. Y con una rápida recuperación de su sensación de majestuosidad
segura, continuó “… tendré que
convencerlos de que no deben reclamar y molestarme más por estas sonseras”.
Contento, “como perro con dos colas”, el cóndor
hizo señales de silencio y carraspeó, aclarando la garganta para iniciar su
discurso.
“He escuchado atentamente vuestras quejas y reclamos y
por ello les digo en primer lugar que a cada uno les ha tocado lo que el
destino a fijado y nada se puede hacer al respecto. Pero en segundo lugar, les
informo que he resuelto enviar una enérgica nota a las autoridades humanas de
este país, exigiendo que para el ejercicio fiscal que se inicia el próximo verano,
se deberá prever una partida presupuestaria que permita hacer doce pagos
mensuales, iguales y consecutivas a esta monarquía. Todo en concepto de canon o
regalía, por el uso de los nombres de nosotros los animales, en el lenguaje
habitual de los hombres”.
“El rey, es decir yo, deberá estimar las formas en que
cada uno ha de recibir la parte de estos pagos que le corresponda, luego de
practicarse una deducción por comisión de gestión que esta corte guardará para
si.”
Los animales
rompieron en un aplauso estruendoso y generalizado, con excepción probablemente
y por fuerza mayor, de la serpiente y de la mojarra. Y con ello el gran pájaro
tomó vuelo y con su aleteo majestuoso se dirigió hacia el oriente, donde solía
ir varias veces en el año, a mirar las olas llegando a la playa y a oler el
aire del mar.
Pedro Dobrée
Cipolletti, Julio de
2016