Parece tonto, padre.
Pero aquí estoy conversando contigo
a pesar de saber que ya no existes
desde hace un montón de años.
Si me pudieras contestar, me dirías que estás de acuerdo
conmigo.
Que hablo en vano y
el que muere desaparece,
solo quedan y por un tiempo, los restos de su carne y de sus
huesos.
Pero igualmente lo hago,
aunque el peso mayor de la conversación lo llevo yo.
Pues además de mis comentarios y de mis preguntas,
me hago cargo de tus respuestas y de tus recomendaciones;
y de tus gestos, tus cejas enarcadas y tus ojos grandes,
mostrando la sorpresa que te ocasionan mis palabras.
Me hago cargo también de tu sonrisa burlona e incrédula,
cuando te cuento algunas cosas que en tu época solo eran
ciencia ficción.
Cuando te cuento que ahora se puede hablar por teléfono casi
desde cualquier parte.
Que ya no es necesario levantarse temprano en el campo
e ir al pueblo, porque el puerto de Santa Cruz tenía solo
unas horas para hablar con Buenos Aires
y que luego le tocaba a Piedrabuena o a San Julián.
Más te digo: hoy se puede hablar viendo en una pantalla la
cara y los gestos de la otra persona,
como decías tu que algún día se podría.
Tardábamos una hora, u hora y media cuando el camino era
malo,
para ir del campo al pueblo,
pero ahora yo mismo lo he hecho en 20 minutos sobre una
carretera asfaltada.
Los automóviles también ayudan, pues han cambiado mucho.
Te acuerdas de la vez que en medio de la meseta arreglaste
un juego de platinos
con el papel metalizado de un atado de cigarrillos?
Ahora eso no es posible, porque ya no hay platinos ni
condensadores, ni carburador.
Y los autos solo pueden arreglarse si uno tiene una
computadora
que indique las fallas que puede presentar.
Me acuerdo de ese libro que quisiste escribir
pero que la vida no te dio tiempo para ello.
Estoy seguro que si tuvieras los procesadores de texto que
yo uso ahora,
lo hubieras escrito.
Te sorprendería también la televisión
y la posibilidad de ver en tiempo real lo que sucede del
otro lado del mundo.
Te gustaría ver golf jugado en Edimburgo
o futbol en Barcelona, donde juega el mejor futbolista del
mundo,
que es un muchacho que nació en Rosario.
Los noticieros te mostrarían los hechos,
mientras suceden en cualquier región del planeta.
Me daría tanto placer poder contarte estas cosas,
y no tener solo que imaginar tus palabras y tus gestos.
Decirte que ahora se pueden comprar grandes garrafones de
gas,
y que con uno de ellos se calefacciona la casa donde
vivíamos contigo y con mamá,
y que en invierno era tan fría,
y ahora, te lo aseguro, es tibia y acogedora.
Decirte que tienes un montón de nietos y bisnietos,
que todos son buenos chicos y chicas,
te gustaría estar con ellos y conocerlos.
Te los mencionaría uno por uno
y contarte quienes son hoy y que es lo que hacen.
Con que alegría usarías
los buscadores de internet,
tu que sentías curiosidad por todo lo que pasaba a tu
alrededor
y eras un lector incansable, hasta que tu vista te traicionó.
Quisiera explicarte que es Google,
y como se usa y que fácil resulta.
Conversar contigo alivia mi angustia
y suaviza el dolor de tu ausencia.
Es esta una terapia para los dolores del espíritu
pues como otros hijos,
busco en mis padres el remedio para el dolor.
Cipolletti, Diciembre 2016