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cuatro perros flacos, de cara hambreada.
Peón para la esquila,
apero que se alquila;
mi Patagonia difícil, mi tierra amada.
Hojas y ramas de altos álamos en fila diciplinada
filtran luna y viento en vieja estancia abandonada
a orillas de la estepa
el recuerdo se aleja,
mi Patagonia difícil, mi tierra amada.
Husmeando entre matas un zorro colorado
mirando su presa, un halcón de la nube colgada
Polluelos de codorniz
el silbido de una perdiz
mi Patagonia difícil, mi tierra amada.
Mate amargo, una cama y carne asada
no se nuega al llegar, la tarde pasada,
a caballo algún viajero
con perros y un “pilchero”
mi Patagonia difícil, mi tierra amada.
Por el faldeo, un “piño” para la señalada,
olor a bosta y en la boca sensación salada,.
Siempre el vendaval
nos llega el salitral;
mi Patagonia difícil, mi tierra amada.
Ríos del desierto, agua fría y gran correntada,
biguá, kaiken, bandurria y trucha salmonada,
largas orillas de sauzal
laberintos de cañaveral;
mi Patagonia difícil, mi tierra amada.
Sueños de desarrollo, promesas electorales e ideas proyectadas,
mentiras, locuras, ambiciones, egoísmos y esperanzas frustradas.
Me ha quedado solo el frío
y el viento, que ya eran míos;
mi Patagonia difícil, mi tierra amada.
Vieja huella, por los carros hace mucho tiempo abandonada,
luego del faldeo, hacia el oeste, se torna en “picada”
para ir a lo de Mansilla
serpentea entre la jarilla;
mi Patagonia difícil, mi tierra amada.
Huellas de monstruos asustan en la arena apretada,
troncos y ramas de piedra, avisan desde eras pasadas,
y en la estepa y el páramo,
rastros viejos del océano,
mi Patagonia difícil, mi tierra amada.
Tropas y barcos invasores de la brasileña armada,
derrotados a la tarde, en Cerro de la Caballada,
de las banderas son despojados
por los corsarios y los esclavos,
mi Patagonia difícil, mi tierra amada.