sábado, 16 de abril de 2011

De Sud África a Comodoro Rivadavia

Pedro Dobrée
pdobree@neunet.com.ar
Se firmó la paz ¡!! La expresión cayó entre las personas que estaban en la vieja casa como un aire pesado. No fue una noticia de júbilo, aunque significó el final de las muertes, de la destrucción y del sufrimiento; fue, por el contrario, de pesar, por la derrota, la inutilidad de los sufrimientos anteriores y el adiós a una forma de vivir que los acompañaba desde hacía generaciones.
Se firmó el 31 de Mayo de 1902, en Vereenining, una pequeña ciudad del interior de la Colonia del Cabo, hoy 
República de Sudáfrica.

Jakob Voerster, 49 años, una esposa, 7 hijos, 3 nietos, 14 sirvientes, campesino de la región que rodea la ciudad de Natal, era un típico habitante del “veld”[1] sudafricano. Descendiente de los primeros colonos holandeses, fiel a su biblia calvinista de solo el Antiguo Testamento, creía que los afrikaners eran el pueblo elegido por Dios y que las diversas naciones negras con que convivían, eran los cananeos. Pero fue también un hombre trabajador, honesto y valiente en la guerra que lo obligó a defender la libertad y las tradiciones de su familia y de su pueblo.
La noticia le cayó muy mal. De ahora en más las normas que debían obedecer, su familia y sus amigos, eran las de los ingleses. De los ingleses que habían matado a sus amigos, quemado las casas, y destruido sus plantaciones.
Pero el gobierno argentino ofrecía por esos tiempos y en el marco de su política migratoria, tierras fiscales en arriendo y en propiedad, a quienes quisieran colonizar el Territorio del Chubut.
El 4 de Junio del mismo año en que se firmó la paz sudafricana, arribó a Comodoro Rivadavia el vapor argentino “Pampa”. Había estado en la Ciudad del Cabo desembarcando animales y cereales para la nación victoriosa; nación con quien Argentina tenía relaciones comerciales de antiguo, particularmente proveyendo caballos a los importantes regimientos montados “casacas rojas”.
En la desolada playa de un Comodoro de pocos y precarios edificios, desembarcaron varias familias sudafricanas que habían iniciado su viaje aún antes de finalizarse la guerra. Entre los apellidos arribados estaban los de Visser, Baumann, Dolten, Calvert, Fillmore y varios más. Traían, además de varios sirvientes, bueyes, implementos agrícolas, semillas y carneros. Venían a colonizar tierras argentinas y constituyeron el primer enclave afrikaans en Argentina: Colonia Escalante. Este paraje, a unas 5 leguas al oeste de Comodoro, recibió su nombre en homenaje a Wenceslao Escalante, quien fuera Ministro de Agricultura de Julio A. Roca e impulsor del proyecto.
A pesar de la oposición de su hijo mayor, Jakob también quiso dejar Sudáfrica. No soportaba que sus nietos fueran obligados a estudiar inglés en sus colegios, ni que el “liberalismo” de la iglesia anglicana se impusiera sobre sus valores hugonotes. Conformó entonces parte del segundo grupo de emigrantes: cerca de 200 personas que llegaron a América un año más tarde.
Inicialmente se hospedó en Colonia Escalante mientras terminaba el mal tiempo del invierno. No bien iniciada la primavera, con sus carros y bueyes, su familia y sus bienes, se encaminó hacia la cordillera chubutense, cerca del límite con el Territorio de Santa Cruz. El objetivo era colonizar tierras cercanas a las que explotaba Aadrian Coetzee, en la zona de Lago Blanco y Valle de Los Huemules.
Coetzee perteneció al primer grupo de inmigrantes y se radicó en la zona de Lago Blanco, dedicándose al transporte de maderas desde Chile hacia la Argentina, con cuatro grandes chatas tiradas por bueyes.
Pero a mitad de su camino, Jakob fue convencido de cambiar sus planes y de ocupar tierras fiscales a orillas del lago Musters. En esta zona también se conformó una colonia - la Colonia Sarmiento - bajo el imperio de la llamada “Ley del Hogar”, que regulaba la cantidad de hectáreas que el gobierno debía ceder a cada inmigrante y las que alquilaba con igual destino.
En el verano de 1903 compró 1.000 ovejas madres en Trelew y los arrió lentamente por el hermoso y sorprendente valle del río Chico, llegando a Sarmiento al iniciarse el invierno. Con la actitud emprendedora de sus antepasados, fundadores del desarrollo del capitalismo europeo, pronto contaba con potreros, una majada importante, galpones y una huerta. La alameda con que rodeó la casa que construyó de madera, piedra y barro para su amplia familia, se podía visualizar desde la meseta lejana.
En 1914, luego de una terrible neumonía, falleció. Ese año fue recordado en toda la Patagonia por la ferocidad del invierno: por leguas y leguas y durante muchos días, en toda la zona central, desde el Estrecho hasta la Línea Sur rionegrina, no había más que un blanco manto que tapaba pasto, matorrales y peñascos. Jacob enfermó mientras se esforzaba por salvar a su majada del hambre y del frío.
El hijo mayor, ahora al frente de la familia, extrañando las verdes planicies de su patria y la ausencia de un “dominee”[2] que colaborara con la vida religiosa de la colonia, decidió volver. Vendió la hacienda, buena parte de los bienes y cargó la familia en un vapor que los transportó nuevamente a la ciudad del Cabo.

Todos con excepción de una de las hijas, Sybilla, que se casó con un joven de su misma nacionalidad y que por ello se quedó en la Patagonia. Hoy sus nietos y bisnietos se encuentran integrados a la vida argentina, reconocidos como integrantes de la vieja colonia solo por sus apellidos.



[1] Planicie sudafricana, con pastizales y arbustos bajos


[2] Ministro de las iglesias Afrikaners

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