domingo, 29 de mayo de 2011

Estupideces de la guerra

Cementerio que recuerda la guerra inútil
inútil
Pedro Dobrée
pdobree@neunet.com.ar


Se puso en cuclillas y arrimó un fósforo al conjunto de pasto seco y pequeñas ramas. Pronto pudo oler el humo que ascendió en el aire calmo y frío de la tarde. Se sentó sobre una piedra y miró hacia la playa frente a él y se sintió satisfecho con las llamas que alimentaba la leña escasa de los matorrales vecinos,

Porqué esa costumbre de hacer humo? De crear una columna que se destaque sobre el horizonte? Porqué esa necesidad de avisar a otros de la presencia de uno? Será el producto de la soledad, de las distancias, de la escasa población? De andar por horas, y encontrarse con nadie? Lo había visto en la Patagonia continental y lo veía también aquí en las islas. Él mismo la había adoptado y aquí lo estaba haciendo, llenándose las narices con el olor acre de la combustión crepitante del mogote que había echado al fuego y que había logrado desprender con sus manos del manto que cubría buena parte de la isla Weddell.

Envuelto en el abrigado saco de piel de foca, observaba la playa, Cuatro o cinco gaviotas se disputaban una mancha oscura sobre el pedregal, mientras las olas suavemente acariciaban las arenas y a varias rocas grandes de color negro azulado.

La niebla ocultaba la costa vecina y el silencio solo se rompía con el graznido de los pájaros  y el murmullo rítmico del mar. Cuan parecido a su Escocia natal!!  Cuántas veces se había demorado mirando hacia las riberas del estuario, mientras soñaba en poseer su propia majada? Esos fueron los momentos en que Juan Hamilton formaba la idea de emigrar y buscar un futuro distinto a la de pastor para el landlord de Wick.

Y finalmente lo pudo hacer. Primero, en 1880, llegó a las Islas como empleado de la Estancia Darwin, una gran extensión y más de 100.000 cabezas ovinas, y luego de varios años allí, acudiendo al llamado de poblar tierras australes que hizo el gobierno argentino, cruzó al continente.

Junto a sus amigos los hermanos Saunders, fundó la Estancia Punta Loyola, a pocos kilómetros de la pequeña población de Río Gallegos. Con una administración conservadora, grandes sacrificios[1] y buenos precios internacionales de la lana, creció patrimonialmente y en la década de 1920, volvió a las Islas para comprar tierras allí.

Además de tierras, compró una goleta que rebautizó Penélope, en homenaje a la segunda de sus dos hijas, y con la cual transportó animales y materiales entre las islas. Y desde la Argentina, ovejas para poblar los dominios adquiridas[2]

Las tres fuentes de la riqueza ganadera de Santa Cruz y de Tierra del Fuego, fueron las ovejas obtenidas en las Islas Malvinas, el sur de Chile y en el este rionegrino.  De esta manera Hamilton, al poblar sus nuevas tierras, actuó a contracorriente de lo que había sucedido hasta entonces.

Buscando alternativas económicas, también llevó allí varios ejemplares de guanacos y de nutrias. Estos proyectos fueron fracasos, pero aún actualmente los descendientes de estos animales integran la fauna local.

Las islas fueron heredadas, junto a sus campos en Argentina y en Chile, por sus hijas y luego sus nietos.

En la década del 90, bajo instancias del informe económico que solicitó el gobierno británico a una comisión presidida por Shackleton, hijo del famoso explorador antártico, se realizó una exitosa “reforma agraria” con las tierras de los absentee landowners[3]. Por ello, los herederos del emigrante escocés fueron instados a subdividir y a vender.

Pero antes y durante la corta Guerra de las Malvinas, el gobierno inglés amenazó a estos herederos con la expropiación de las islas, basado en la circunstancia de ser propiedad de ciudadanos argentinos.  A la vez, el gobierno argentino amenazaba con expropiar a las tierras de la Estancia Loyola, basando sus intensiones en que los propietarios eran de ascendencia inglesa.





[1] Ver “El Gran Arreo” del autor de esta nota y editado por Zagier y Urruty Pub.  Hamilton fue uno de los cuatro arrieros que llevaron a cabo la epopeya de trasladar 5.000 ovinos desde el Valle Inferior del río Negro, hasta Río Gallegos.
[2] En un muy lindo libro llamado “Los viajes del Penélope”, escrito por Roberto Herrscher y editado por Tusquets Editores (2007), se menciona la compra por parte de Hamilton de este “el barco más viejo de la guerra de las Malvinas”. El libro es una delicia y el lector puede encontrar en el un inventario de estupideces de la guerra.

[3] Propietarios ausentes.

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