lunes, 20 de junio de 2011

Los primeros años en El Chocón

           

Presa de El Chocón

Pedro Dobrée
pdobree@neunet.com.ar

En esta Patagonia del desierto y la soledad, los grandes emprendimientos han marcado singularmente su historia y su conformación demográfica y cultural. Las grandes obras y explotaciones han sabido no solo conformar una infraestructura regional y nacional, sino que a la vez han sido polos atractores de familias llegadas desde los más variados lugares del país y del exterior. Luego de finalizar su estadía en razón de las tareas a realizar, muchos de ellos, enamorados del paisaje, del viento o de la amistad, han decidido quedarse.

            Sus hijos y sus nietos luego han engrosado la legión de patagónicos orgullosos de su tierra y constructores de una realidad sociocultural que hoy quiere saber si ya tiene perfil definido.

Entre los emprendimientos más importantes y recientes se cuenta la construcción de las enormes represas sobre el sistema hídrico más importante del sur argentino: el conformado principalmente por los ríos Limay, Neuquén y Negro. Aunque la construcción de El Chocón fuera una idea que se discutía en ciertos círculos desde hace muchos años, se concreta recién en la década del 60. Entonces en Neuquén y sus áreas aledañas, se inicia un proceso migratorio importante, al amparo de la publicidad oficial que hacía referencia a “La obra del Siglo”.

Pero antes hubo otras obras, como las del puente ferro carretero entre Carmen de Patagones y Viedma, el ferrocarril entre Puerto Deseado y Las Heras o el dique puente Ing. Ballester, pieza central del sistema de regadío del Alto Valle rionegrino.

Sobre el papel que estas obras jugaron en la historia patagónica mucho se ha escrito. Aún hoy la gente vieja de Cipolletti y de Neuquen recuerda la influencia de la obra del Dique Ballester. Los bailes de Carnaval en cercanías del obrador, los partidos de fútbol en Barda del Medio, la biblioteca popular o la escuela, no hubieran existido de no ser por la obra y la consiguiente aglomeración de gente proveniente de diversas regiones, cada uno con su bagaje cultural a cuestas.

Tanto fue así que el admirado escritor Osvaldo Soriano, vecino cipoleño durante su adolescencia, reflejó estas circunstancias en su cuento “El hijo de Butch Cassidy”[1]. Relata Soriano que en 1942 no se jugó el Campeonato Mundial de Fútbol debido a la 2da. Guerra Mundial y que por ello se jugó en Barda del Medio. Esta decisión dice – y no hay porque no creerle – se produce justamente por la existencia de contingentes de diversas nacionalidades presentes en la construcción de la obra y en el coetáneo tendido del primer cable telefónico que uniera, por estas latitudes, al Pacífico con el Atlántico. Coinciden entonces en este lugar, españoles, italianos, argentinos por supuesto, guaraníes, ingleses, polacos, alemanes – los que llegaban con el cable telefónico – y mapuches. Estos últimos ganan la copa, en gran final con los alemanes.

En El Chocón se produjo una situación similar. No la del Campeonato del Mundo, obviamente, pues para ese entonces la guerra ya había terminado y los sponsors internacionales de este tipo de eventos no se pierden semejante negocio, pero si la confluencia de nacionalidades y la generación de un centro socio cultural de importancia, que aún sobrevive en la Villa y en la actividad de muchas familias que residen en Neuquén o Cipolletti. Hasta de fútbol se puede hablar, pensando en similitudes, pues el equipo de 1ra. División del Club El Chocón fue campeón de la Liga Neuquina en 1971 y los memoriosos recuerdan la presencia, para ese año y el siguiente, de los equipos porteños de Boca Juniors y de River Plate.

Uno de los primeros empleados de Hidronor S.A., la empresa creada para construir las represas, las centrales hidroeléctricas y las líneas de alta tensión a Buenos Aires, fue Héctor Salvagno. Héctor ingresó a la empresa en Abril de 1969, de la mano de Carlos Bresler, quien fuera por muchos años Administrador General de la Villa El Chocón y personaje muy recordado dentro y fuera de la empresa.

Inicialmente Salvagno vivió en Neuquén, hasta que se construyeran las primeras casas en la Villa. Durante los primeros tiempos la gente de la empresa vivía allí, en algunos hoteles que ya no están como Huemul o Fontana. Las oficinas de Hidronor y de la empresa de consultoría inglesa estaban en la casa de la familia Quarta, en la calle Irigoyen del centro neuquino.

            Finalizada la construcción de las primeras edificaciones, Salvagno fue a vivir al “pabellón de los solteros”, junto a algunos ingenieros ingleses y a las autoridades de Hidronor. Cuando se fueron habilitando las casas, empezaron a llegar las familias, como las del Ingeniero Rodolfo Garrido, uno de los primeros técnicos argentinos de la obra. Salvagno mismo se casó con Teresa y el joven matrimonio ocupó una de las casas del Barrio 2. Teresa luego integró el primer equipo docente de la Escuela de El Chocón.

Todavía hoy Salvagno recuerda su admiración por las palabras de Bresler cuando le explicaba como el desierto se convertiría en un gran parque rodeando la Villa, a orillas de lo que luego sería el enorme lago Ramos Mexía. Le explicó también como distribuirían el agua y como se habría de regar con un sistema de canales y terrazas inundables. Recuerda los miles de árboles plantados en el desierto de rocas y alpatacos y como se volvía a sembrar césped y trébol en la arena, luego que el calor del sol y la fuerza del viento destruían la siembra anterior.

Poco a poco la Villa se llenó. Como una Babel otra vez en el desierto se escuchaba hablar en italiano, en inglés, en francés, en castellano y alemán y nombres extraños se integraban a la vida cotidiana de los vecinos. Entre otros argentinos se recuerdan algunos que ya no están: Carlos Sureda, identificado íntimamente con la Patagonia pues nació en Río Gallegos, fue uno de los protagonistas principales de la obra de El Chocón y murió intentando aterrizar en el aeropuerto de Ushuaia. Y Cristian Labrune un ingeniero que supo, desde su condición técnica y humana, imprimirle su sello personal a la cultura organizacional de Hidronor. Su viuda, Noemí, sigue hoy marcando rumbos a la defensa de los Derechos Humanos en Neuquén y Río Negro.

En 1972, las esposas de los técnicos e ingenieros de las obras, vecinas de la Villa El Chocón, quisieron hacer un aporte al espíritu solidario local. Entre varias de ellas y en inglés, italiano y castellano, editaron un libro de recetas de cocina: “Cocinando en El Chocón”. El producido de su venta fue destinado a colaborar con los gastos de varias escuelas rurales nequinas.
           
            En este libro se resume el carácter de confluencia cultural del lugar y del momento. Se usan los tres idiomas y se plasman costumbres gastronómicas de todo el mundo. Valen como ejemplos las “Empanadas tucumanas” y el “Locro de maíz” de Argentina; los ricos “Spaghetti a la carbonara” y “Bucatini e ficcioni in pasticcio” de Italia; una exótica “Moussaka” griega; los populares “Steak and kidney pudding” y “Apple pie” de Inglaterra; y - una sorpresa - un “Estofado de pitón” africano.



[1] “Cuentos de los años felices”, Editorial Sudamericana, Bs. Aires, 1993

1 comentario:

  1. Hola Pedro,

    No nos conocemos.Hoy es un día triste para la familia y los amigos que
    conocimos y vivimos muchos momentos junto a Rodolfo. Sin querer acabo
    de descubrir una nota escrita por ti el 3 de Abril de 2004, en la cual
    me siento identificado.
    http://www1.rionegro.com.ar/diario/suple_cultura/04-04-03/nota3.php

    Gracias, siendo las 2 am en Barcelona me iré menos triste a dormir,
    sabiendo que las personas queridas se pueden ir, pero sus recuerdos,
    sus acciones y su persona, siempre quedará entre nosotros.
    Un saludo,
    Jorge Rocca.

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