lunes, 14 de noviembre de 2011

La vieja Ruta 3


Pedro Dobrée



         Ahora ha sido amansada; pero era duro transitarla en las épocas en que todavía era de ripio. Y luego de las lluvias o de la nieve en invierno, se tornaba imposible.



         La Ruta Nacional Nª 3, que une la ciudad de Buenos Aires con Río Gallegos, fue, y lo sigue siendo, la gran vía de comunicación de los patagónicos con el resto del país. Es una de las más largas de la Argentina y al sur de Bahía Blanca era una aventura.



         Su hermana paralela, la 40, que viene desde Jujuy por la cordillera y llega también a Gallegos, nunca pudo cumplir este papel, porque se interrumpe en algunas zonas, esta alejada de las poblaciones y durante los inviernos existen tramos por donde no se puede pasar.



         Yo sabía viajar con mi familia por la Ruta 3, varias veces en un camión modelo 1953 conducido por mi padre. Viajábamos a la provincia de Córdoba, a pasar el invierno con mis abuelos y el viaje suponía 5 o 6 días.



         Salíamos al amanecer desde Puerto Santa Cruz y pronto nos topábamos con la primera situación destacable del viaje: cruzar el frío y caudaloso río Santa Cruz. Lo hacíamos con una balsa, frente al pueblo que en esos años se comenzó a llamar oficialmente Comandante Luis Piedrabuena y que la gente aún llamaba “Paso Ibáñez”, o simplemente “El Paso”, en recuerdo de la primera balsa, instalada allí por uno de los que habían llegado con Piedrabuena, desde Carmen de Patagones: Gregorio Ibáñez.



         Desde allí nos dirigíamos al Puerto de San Julián, por donde pasaba la ruta en ese entonces, pues ahora, para acortar camino, la nueva traza cruza por afuera. Me acuerdo allí del viejo hotel Miramar, construido obviamente con vista a la playa. Era integralmente de madera y los pisos de algunas de las piezas tenían gran desnivel, de tal forma que las camas podían llegar a deslizarse durante la noche hacia la pared de enfrente.



         Por muchos kilómetros de San Julián al norte, la planicie pintada con pasto guanaco y mata negra solo se interrumpía para dejar pasar al río Deseado. Allí los cañadones, el valle y los colores de la arcilla en los paredones cortados por el río, permitían descansar la vista de tanta pampa interminable.



         Mas adelante la ruta se topa con las antiguas vías del ferrocarril que unía Puerto Deseado con Las Heras, pasando por las estaciones de Jaramillo y de Fitz Roy. La primera estación es conocida por los bosques de árboles petrificados y por que allí fue fusilado José Font, “Facón Grande”, uno de los dirigentes obreros de las sangrientas huelgas de de los años 20 y 21.  Y la segunda, porque de allí son los protagonistas de esa muy querida película de Carlos Sorín, llamada “Historias Mínimas”.



         Superado Fitz Roy, la ruta se aproxima al mar y pocos kilómetros antes de Caleta Olivia se pueden ver las aguas del Golfo San Jorge. Desde allí y hasta superar Comodoro Rivadavia, la ruta corre paralela a la playa y si uno tiene suerte, algunas toninas se muestran pescando en la superficie.



         Entre Comodoro y Trelew hay que transitar por la alta Pampa de Salamanca y en aquellas épocas, cuando la calzada era solo de ripio, el invierno y la nieve eran muy duros. Recuerdo a mi madre echando el agua caliente de un termo sobre los faroles con barro congelado, para que Papá pudiera ver lo suficiente para seguir avanzando.



         En Uzcudún - un “boliche” y un surtidor de nafta a la vera del camino - el baño para los varones incluía un mingitorio sobre un solitario paredón que corría paralelo a la ruta. Desde allí, todo hombre que midiera más de 1,70 metros de alto, podía observar con comodidad a quienes circulaban por ella.



         Estas largas rutas de tierra en sentido norte sur, eran sumamente peligrosas en los abundantes días de fuerte viento del oeste. Recuerdo,  con frecuencia, viajar varias horas detrás de un camión que avanzaba lentamente levantando gran polvareda, pues el viento que cruzaba la nube al otro carril, impedía ver si alguien se aproximaba en sentido contrario.



         Y por fin, luego de 400 kilómetros de desierto, con poco abastecimiento de combustible y menor aún auxilio mecánico, se llegaba al valle del río Chubut, donde cruzando un puente, se accedía a la ciudad de Trelew. Aquí recuerdo el Touring Club Hotel, que tenía una confitería con grandes ventanales sobre la plaza central de la ciudad y un muy buen restaurante, cuyo menú tenía impreso al pié la leyenda “… de esta vida llevarás, panza llena y nada más”.



         Puerto Madryn, por donde pasaba en esa época la ruta, y no por arriba como ahora, tenía pocas casas y solo algunos hoteles, todos de una sola planta. De allí se viajaba hasta Puerto Lobos y desde este lugar a San Antonio Oeste. De San Antonio recuerdo el Hotel El Vasquito, desaparecido hoy, y a una población de Las Grutas que apenas merecía la categoría de villorrio.



         En San Antonio, para algunos años elegíamos seguir a Viedma y a Bahía Blanca, donde encontrábamos el primer hotel con baños privados y un ascensor: el Hotel Ocean. De optar por esta alternativa, abandonábamos recién aquí la Ruta 3 y corríamos por la Ruta 35, rumbo a Río Cuarto.



         De ser la otra alternativa elegida, el abandono de la ruta 3 era allí mismo en San Antonio, pues nos íbamos a encontrar con el río Negro en Conesa y, luego de cruzar la balsa, buscábamos la otra en Río Colorado. Luego de esta segunda balsa, rumbeábamos al norte por un camino polvoriento que corría entre altos caldenes, para recién descubrir la 35 en la zona de Bernasconi.





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