sábado, 30 de julio de 2011

Bandidos


Pedro Dobrée


Basado en  “Butch Cassidy, cabecilla del robo? Asalto al Banco de Tarapacá”;  Osvaldo Topcic, “Todo es Historia”, N° 276, Junio de 1990 y en conversaciones con Lennox Jack Dobrée


            Probablemente se esté convirtiendo en lugar común el tomar temas sobre bandidos norteamericanos cuando se escribe sobre la Patagonia Vieja. Solicito al lector que me perdone esta debilidad.  En mi defensa argumento que la anécdota me ha rozado - marginalmente, sin dudas - y que por ello integra mis recuerdos de niño.
            También me parece que sobre estos temas se fantasea mucho y que montado en las características románticas y aventureras de las historias, los autores - yo incluido - se disparan del campo de los hechos, rumbo al de la ficción.
            Pero lo cierto es que en una mañana del mes de Diciembre de 1904, tres personajes desconocidos para la escenografía cotidiana de Río Gallegos, se bajaron del carro abierto que los traía del puerto y se introdujeron con su equipaje en el hotel Argentino, cuyas ventanas miraban hacia la playa y al agua gris de la ría.
            Los hombres se registraron como Jack Brady, el mas bajo, y como Jeremy Lindem, el alto; la mujer se hizo anotar como Laura Bouillon, esposa de Lindem. El conserje los acompañó hasta las piezas seleccionadas para ellos y al poco rato los varones volvían al hall del hotel para ganar la calle.
            Ambos vestían particularmente bien, con sacos de buena tela inglesa, sombreros bombín y botas que habrían pasado desapercibidos en la 5ta. avenida neoyorkina, pero que llamaban la atención en las calles de Gallegos.
            Con cierta lentitud, observando el panorama urbano, caminaron dos cuadras por las irregulares veredas de la calle Roca para llegar a las puertas del Banco de Londres y Tarapacá Ltd.  Allí se entrevistaron con  Arturo Bishop, subgerente de la sucursal, para explicarle que pensaban utilizar los servicios del banco para transferir dinero y adquirir campos en la zona. Por estas razones solicitaron abrir una cuenta conjunta y depositaron en ella una cifra que provocó, en el flemático empleado bancario, un movimiento inusual de cejas.
            En los días posteriores a esta visita se los vio asiduamente en la ciudad. Laura visitó las pocas casas de comercio  y hasta hizo algunas compras, conversando en un español difícil.  Brady y Lindem fueron invitados por sus nuevos amigos a concurrir al club Progreso y una noche, al beber cognac en el Café de Farina, preguntaron donde podían comprar caballos. Les recomendaron varios lugares, pero finalmente optaron por ver a Juan Marció, puestero de Güer Aike y con vivienda cerca del vado por el cual se cruza el río Gallegos hacia el norte.
            Hospedaron a los caballos en un corral a las afueras del pueblo. Allí diariamente ensillaban y con frecuencia galopaban por la calle Roca, con algunos tiros al aire y gritos destemplados.  “Gringos locos, no aguantan todo el whisky que toman” se comentaba, pero luego de varias veces, el raro comportamiento se hizo parte de lo cotidiano. En realidad llamaba más la atención la forma de cabalgar de Laura, que lo hacía como un varón y no como acostumbraban las amazonas de la época.
            A Juan Marció le anunciaron que querían comprarle más caballos de andar y que le avisarían que día debía tenerlos en el corral del puesto, listos para ser llevados.
            Mientras tanto la vida de los tres forasteros se adaptaba a la actividad social del pueblo.  Cenas en el Club, café y licores en lo de Farina. Recorridas a caballo por la región, visitando algunos campos que podrían llegar a estar para la venta y, cada tanto, una ruidosa galopada por la calle Roca.
            El 13 de Febrero, visitaron al amigo Bishop en el Banco y le pidieron retirar los 7.000 pesos argentinos que allí tenían depositados, pues debían hacer una operación cuyos detalles no podían ese día informarle, pero que al siguiente estarían en condiciones de contar.
Justamente el siguiente, 14 de Febrero de 1905, salieron del hotel poco después del medio día y volvieron a caminar por la vereda hasta la puerta del Banco, entrando por ella. Al acercarse al mostrador, Brady salto sobre el, asegurando su equilibrio con una mano sobre el enrejado de bronce mientras que con el otro esgrimía un revolver Colt. Lindem, pasó al otro lado y tomó por atrás a Alexander Makkerow, el cajero, apoyando sobre su cuello una afilada navaja. En pocos minutos lograron que los bancarios le entregaran el dinero existente: veinte mil pesos argentinos y una pequeña caja metálica con cuatrocientas ochenta y tres libras esterlinas.
            Cuando salieron del local con el botín en la mano, los esperaba Laura con los caballos ensillados. “We´re ready”, le gritó Lindem a la mujer, mientras ambos hombres montaron y volvieron a galopar por la calle Roca como lo habían hecho tantas veces en esos días.  Diego Meneses, del diario El Antártico, sin sorprenderse los vio pasar.  Recién una hora después se organiza la partida con policías y vecinos y se telegrafía a los Puertos de Santa Cruz y San Julián y a Punta Arenas y Puerto Natales en Chile, pidiendo apoyo.
            En el puesto de Güer Aike, Marció los esperaba con el corral lleno. A lo lejos observó la nube de polvo y al rato identificó a sus clientes.  Por muchos años en la región se decía que nadie había hecho el tramo Puerto Río Gallegos - Güer Aike, en tan poco tiempo.
            Rápidamente cambiaron caballos y siguieron viaje hacia el norte, luego de vadear el río.
            Frank Lewis varios días después, comentó haber visto al norte del río Chico, tres personas a caballo con una descripción que se ajustaba a la de la banda de ladrones. Luego, no hubo más rastros ni noticias y los bandidos se perdieron en el misterio de las estepas.
            Cuando yo era niño mi padre me sabía contar esta anécdota y cuando salíamos juntos al campo, al pasar por un cañadón cercano al casco de la estancia, siempre me decía: “... allí blanquearon por muchos años los huesos de uno de los caballos que dejaran los bandidos en Güer Aike. Por alguna razón alguien lo trajo hasta aquí y aquí vivió hasta que murió de viejo”.


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