sábado, 2 de julio de 2011

Relatos universitarios II

Pedro Dobrée
pdobree@neunet.com.ar

Nació en Alto Alberdi, un barrio tradicional de obreros y de clase media baja, de la ciudad de Córdoba. Barrio de casas viejas, calles angostas y humor cordobés.
Terminó el secundario como Bachiller – Perito Mercantil, en el colegio Manuel Belgrano y decidió seguir estudios universitarios en la Facultad de Ciencias Económicas, de la Universidad Nacional de Córdoba. “Para que querrá estudiar economía” , se preguntaba Don Serafín Ahued, su padre y dueño de un almacén de la calle Santa Rosa, bien arriba. Tanto Don Serafín como su esposa Samira, eran personajes importantes del Centro Sirio Libanés de Córdoba y solían concurrir a los frecuentes actos de cultura árabe junto a su hijo. “Yo nunca tuve que erstudiar, che; y no me va mal”
Cuando ingresó en el último año de estudios, participó de un seminario sobre Economía de las Empresas Públicas, dictada por el Profesor Salvador Treber. Allí coincidió con Ester Brumer, una chica que estudiaba en la misma Facultad y que vivía con su familia en la calle Lavalleja, del Barrio Alta Córdoba.
Ese año en la vida de Roberto Ahued se caracterizó por ser un año de intensa vida académica, que culminó en el título de Licenciado en Economía y por una también intensa relación con Ester, que culminó en que decidieran vivir juntos, frente al enojo de ambas familias: ella viviendo con el hijo de un árabe; el viviendo con una judía.
La situación fue suficientemente incómoda como para decidir emigrar. En Enero de 1973 la joven pareja se presentó en General Roca – en la provincia patagónica de Río Negro - donde vivía un ex compañero de estudios de Roberto, Al día siguiente de su llegada, se entrevistaron con el Ing. Zapiola, primer Rector de la nueva Universidad.
En Julio de 1972 la Universidad Nacional del Comahue había abierto sus puertas sobre la base de la Universidad Provincial del Neuquén y varios Institutos de Formación Docente de la Provincia de Río Negro. Colocó su Rectorado en la ciudad del Neuquén y se conformó con diversas Facultades dispersas en el territorio de ambas provincias norpatagónicas.
A los pocos días Roberto era Asistente de Docencia de la Universidad. Ester logró empleo como empleada administrativa de un galpón de empaque roquense y se preparó para rendir libre, en Córdoba, las 5 materias que le quedaban para lograr el título de Contador Público Nacional.
En el otoño de ese año se volvió a votar para elegir Presidente de la Nación. Ni Roberto ni Ester pudieron hacerlo por estar lejos de sus domicilios electorales, pero se alegraron con la victoria de Juan Perón, suponiendo el inicio de un período de crecimiento y justicia para todos.
En la Universidad aparecieron las mismas contradicciones que pujaban en el gobierno nacional: la extrema derecha fascista y los grupos afines a Montoneros. Roberto que había militado en el Socialismo Democrático de Córdoba, se encontró como muchos otros argentinos, entre dos fuegos. Preocupado por adquirir experiencia en la docencia, mientras iniciaba actividades de investigación, ni las largas noches de discusión con sus nuevos amigos universitarios, ni el sentido común de Ester, pudieron satisfacer sus necesidades de entender los momentos que vivían.
A fin de 1974 hubo rumores preocupantes. Y en Enero del 75, el nuevo interventor Remus Tetu, firmó una resolución que dejaba cesantes a un grupo importante de docentes universitarios. Entre los nombres de una lista larga, figuraba el de Roberto Ahued y el 31 de Enero, a menos de un mes de haber nacido su hijo, se quedó sin trabajo.
Sobrevino una época de preocupaciones y de miedos. Ester mantuvo su trabajo y por ello pudieron seguir viviendo en General Roca, evitando de esa manera volver a Córdoba. Roberto logró trabajar por intervalos, gracias a las buenas relaciones que supo cultivar en su primer año de vida rionegrina.
Pero los miedos propios y la noticia de la desaparición de dos de sus mejores amigos en Córdoba, se sumaron a su inestabilidad laboral, provocando una profunda depresión. Tanto fue así que aparecieron problemas en su relación con Ester, a tal punto que llegaron a pensar en que convendría su separación, volviendo ella a la casa de sus padres.
Luego de intentos de mejorar su situación, concluyeron que esto no era posible y con una sensación de vacío, Roberto despidió una tarde fría y ventosa, a su hijo y a la madre desde la vereda de la parada del ómnibus que los llevaba a la capital cordobesa.
Pero como solía repetir Don Serafín, “…no hay mal que dure cien años”. Un amigo de Roberto le ofreció trabajo en un galpón de empaque grande, exportador de frutas y allí encontró la estabilidad que no había tenido hasta esos momentos. Y en todo el país, el gobierno militar, tras el desastre de Malvinas, ingresó a un plano inclinado, con rumbo seguro hacia su fracaso.
En la noche del 31 de Octubre de 1983, junto a miles de vecinos, salió a festejar las elecciones de ese dìa. En la calle había quienes celebraron la victoria del candidato por el cual habían votado, junto a otros que simplemente se alegraban por la finalización de un largo período oscuro y el inicio de, en palabras del ganador de las elecciones, “100 años de democracia”.
En la Universidad el clima era similar y a los pocos días de asumir el nuevo gobierno se supo que había sido nombrado Rector Normalizador, un hombre de prestigio en los ámbitos académicos argentinos y del extranjero: el Dr. Arístides Romero.
Rápidamente la nueva gestión inició los trámites de reincorporación de todos aquellos que, habiendo sido cesanteados durante la larga intervención que sufrió la Universidad, quisieran volver. En Mayo de 1984, el Lic. Roberto Ahued ingresaba nuevamente a las aulas, con un nudo en la garganta, contento de poder reiniciar una actividad que lo hacía feliz.
Hoy Roberto vive aún en Gral. Roca, en un pequeño departamento de un edificio alto sobre una de las calles del centro. Mejoradas las relaciones con Ester, viaja a Córdoba periódicamente para ver a su hijo. Roberto espera jubilarse en un par de años; de todas formas cree poder seguir dando clases, pues se siente bien para ello y está convencido poder hacerlo.
A veces mira para atrás y con nostalgia piensa que su vida podría haber sido otra. Pero reconoce el calor de las amistades hechas en General Roca y en Neuquén y el respeto de su ahora gran cantidad de exalumnos, y esto le produce satisfacción. Una o dos veces al año viaja a algún Congreso en Buenos Aires o en Rosario y en el año 2008, con la ayuda de la Facultad, pudo estar en Madrid, en un Congreso Internacional de Macroeconomía. Probablemente – piensa - un docente universitario argentino no puede aspirar a mucho más.

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